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Imagen  —  Publicado: 14 de abril de 2018 en Infografías
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El tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid ha absuelto a R.F.M de la pena de 11 años de prisión que pedía para él el Ministerio Fiscal por un delito de abuso sexual contra la menor M.S.L, de 12 años en el momento de los hechos.

Durante el juicio, celebrado el 30 de noviembre de 2015, varios testigos declararon que pensaban que la joven tenía, al menos, 16 años, ya que su apariencia y comportamiento hacían creer que así era. La sentencia mantiene que las circustancias «no llevaron al procesado a dudar de ese dato».

Esta resolución considera acreditadas «más de una relación sexual» entre la denunciante  y el acusado, así como la concurrencia en el inculpado de un error de tipo, que excluye la responsabilidad criminal. Esta figura jurídica por la que quedaría absuelto hace referencia a que R.F.M desconocía que M.S.L era menor de trece años, el límite de edad legal a partir del cual es válido el consentimiento para relaciones sexuales.

La sentencia condena a R.F.M al pago de una indemnización de 2000 € por daños morales, a pesar de que «de los informes psicológicos resulta que los hechos enjuiciados no han repercutido emocionalmente» en la joven.

 

 

La Audiencia Provincial de Madrid ha acogido hoy el juicio contra R.F.M, acusado de abuso sexual a la menor M.S.L, de 12 años de edad en el momento de los hechos. El procesado era profesor de hípica de la niña en el club “La Piedad” de Fuenlabrada (Madrid), cuando en julio de 2014 fue denunciado por su padre.

Tras la declaración a puerta cerrada de las partes, han procedido a dar su testimonio los peritos y los testigos convocados por la acusación y la defensa, algunos de los cuales han declarado que la menor decía tener 16 años, edad acorde con su aspecto y comportamiento, así como publicada en sus redes sociales.

El informe pericial de las psicólogas valora como creíble el testimonio de la denunciante, por el que habría sufrido abusos sexuales a manos del acusado hasta en tres ocasiones. Asimismo, este documento también afirma que M.S.L. manifiesta una madurez física y psicológica superior a su edad cronológica. Ninguno de los informes de la acusación ha sido impugnado por la defensa, incluyendo entre ellos una pericial biológica que revela que se encontró semen del acusado en la ropa interior y la vagina de la menor.

El Ministerio Fiscal pide 11 años de pena y 12 de alejamiento para R.F.M por un delito continuado de abuso sexual, tras corregir las conclusiones en las que, en primera instancia, solicitaba 30 años de condena por tres delitos. Por su parte, el abogado de la defensa -el mismo letrado que representa a Montserrat González y Triana Martínez por el asesinato de Isabel Carrasco-, solicita la total absolución de su patrocinado. El caso ha quedado visto para sentencia por el presidente del tribunal.

Eñe

Publicado: 18 de febrero de 2015 en Artículos literarios, Opinión

Un país. ¿Y qué es eso? Si lanzásemos una cuestión así, miles podrían ser las respuestas recogidas, todas dependientes de la visión y experiencia vital de quien las enunciara. «La patria es un invento. Tu país son tus amigos», que dijera la Historia del Cine. Un país es eso que está delimitado por algo tan imaginario y poco real como lo son las fronteras. Y yo me pregunto: ¿realmente quién puede agarrarse tan fuertemente a algo que no existe como para matar o morir? Un país no es sólo una región, un país son las personas que lo pueblan. Un país no son sus gobernantes, sino quien lo levanta, quien lo pelea y a quien le duele. Independientemente del lugar donde haya nacido o de lo que aparezca en su documento de identidad. Eso es lo más banal, «el país donde uno nace no es más que la maceta donde cayó su polen». Y el conjunto de personas que lo mueven, lo verdaderamente importante. ¿Por qué conformarse con llamarlo «el pueblo» cuando podemos aspirar a ser algo más grande, más contundente y más decisivo, a ser, verdaderamente, «el país»?

En España, ése es un sentimiento poco implementado, y la idea de que debemos ser parte del cambio que queremos en el mundo, una simple quimera. Puede que haya quien crea que peco de utópica, pero esos son los mismos que esperan sentados en el sofá de su casa a que las cosas mejoren, a que sus sueños les alcancen a ellos antes de que sea demasiado tarde, sin saber que somos nosotros los que debemos perseguirlos con aires de acosador. Aquí, el concepto de luchar por el país no evoca más que regustos fascistas y recuerdos amargos, debido a la habitual asociación que la dictadura ofrecía de sí misma para con la patria. Umbral escribió con gran acierto que a España no la entienden en el mundo porque se escribe con «ñ». Esa letra que, en los noventa, la UE quiso arrebatar de nuestros teclados, para impedirnos ponernos ñoños al añorar los años en España.

No somos toros, sevillanas, paellas y siesta. Somos algo más que eso. Mucho más. Pero es que, además, debemos creérnoslo. ¿Cuántas veces hemos oído lo necesario de ir en la misma dirección y cuántas otras hemos hecho oídos sordos? No sólo tenemos el voto, también tenemos el poder y la fuerza para hacer que las cosas cambien.

Summum jus, summa injuria

Publicado: 20 de febrero de 2014 en Artículos literarios, Opinión

Matar. Cualquiera diría que es un verbo con connotaciones negativas. «Es algo malo», nos lo enseñan desde pequeños. La ética, la religión, las reglas sociales. Todos están de acuerdo. Algo más farragoso resulta el asunto cuando nos proponemos relacionar dicho verbo con la justicia, cuando pretendemos darle una valoración en función de lo justo o injusto que es. Para tan arduo menester es necesario, antes que nada, asentar firmemente las bases sobre las cuales tenemos la intención de construir nuestro discurso. Y aquí es donde aparece el segundo problema y, probablemente, el más difícil de resolver, puesto que no forma parte del terreno de la opinión. Porque ¿qué es «justicia»? Podemos, para tratar de contestar, recurrir al diccionario oficial de la lengua y tratarlo desde un punto de vista conceptual, remontarnos al Derecho Romano y hacerlo desde un prisma histórico o relacionarlo con la Historia de la Filosofía y considerarlo así con un cariz metafísico. En cualquier caso estaremos parcelando el conocimiento para hacerlo manejable.

Para Aristóteles la justicia es la virtud más importante dentro de la clasificación que de ellas da en su ética. Se trata de una virtud ética, las resultantes de lograr el dominio de la parte sensitiva del alma, que consiste en disponer para cada uno lo que le es debido. El hecho de definir y acotar qué es lo merecedero y qué no lo es es lo que plantea el verdadero dilema al enfrentarse a este asunto. A menudo tendemos a identificar «justicia» con «ley» con el propósito de simplificarnos la tarea. Pero ambos conceptos no sólo no son análogos, sino que ni siquiera están referidos a la misma dimensión. Matar a una mariposa puede parecernos injusto, pero ninguna ley condena por ello. No obstante, matar a una mariposa de una especia protegida puede hacer caer una pena dictada por norma que no contemplará el grado de justicia que el acto de matar tiene per se.

Por los mismos derroteros se mueven las argumentaciones de Eichmann en los procesos de Nuremberg. Justificaba su participación en la ‘Solución Final’ arguyendo una situación de obediencia debida por la que, en el Derecho Penal, se exime de responsabilidad a quien obedece a un cargo superior en jerarquía. Eichmann argumentaba que no podía pararse a analizar el grado de justicia (en este caso, injusticia) que tenían sus acciones. Y con la misma venda autoimpuesta se cubre los ojos nuestra sociedad, refugiándose en leyes y normas que no son sometidas jamás a un análisis crítico. Ya lo aventuró Cicerón: summum jus, summa injuria.

La gala de los Goya se tiñe de rojo

Publicado: 9 de febrero de 2014 en Noticias
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El agua no ha dado tregua en este lluvioso día de fiesta para los cineastas de nuestro país. La Academia de las artes y las ciencias cinematográficas ha celebrado, como cada año, la entrega de los premios de cine más importantes a nivel nacional. Trajes caros, lujosos coches y tacones de infarto han desfilado por las puertas del hotel Auditorium de Madrid en las horas previas al comienzo de la ceremonia, que celebraba hoy su vigésimo octava edición.

Sin embargo, el exterior del edificio no ha albergado todo el glamour que se esperaba, y los vítores que la organización peProtestas de los trabajadores de Coca Cola en los premios Goyadía se han convertido pronto en gritos y voces de rechazo. Centenares de personas se han reunido ante la alfombra roja para hacer visible su indignación por diferentes causas. Pancartas y pegatinas con frases de protesta, megáfonos y silbatos han sido los otros protagonistas de la velada, tomada por grupos que aprovechan un evento de tales dimensiones para obtener un reconocimiento mediático que, de otro modo, no les es fácil conseguir.

Un equipo de figurantes de cine ha reclamado un convenio laboral para su colectivo. Armados con globos de color negro y al grito de “no hay producción sin figuración” han exigido mejoras en sus condiciones laborales. Asimismo, varios activistas de la plataforma “Stop Desahucios” han hecho lo propio, portando pancartas que condenaban el interés de los gobiernos en hacer del derecho a la vivienda un negocio. Con consignas como “no son suicidios, son asesinatos” han querido mostrar su indignación con la alarmante situación que se vive en nuestro país.

Pero, sin duda, la protesta más sonada y numerosa ha sido la de los trabajadores de la fábrica de Coca-Cola en Fuenlabrada (Madrid), una de las cuatro que la multinacional pretende cerrar en España, junto a la de Colloto (Asturias), Palma de Mallorca y Alicante. Decenas de personas ataviadas con gorras yLa marea roja invade la entrada del hotel Auditorium chalecos de color rojo han colapsado la entrada al lugar del evento. Trabajadores y familiares que conforman la marea roja se han agolpado detrás de las vallas colocadas por la organización para lanzar críticas contra una reforma laboral que permite efectuar a la empresa un ERE en el que se verán afectados 1250 trabajadores y que, aseguran, supondrá 900 millones de euros en beneficios a la compañía.

Algunos actores y directores han mostrado su apoyo a los manifestantes durante el corto paseo desde su coche hasta el interior del hotel. Javier y Pilar Bardem, Tito Valverde, Inma Cuesta, Fernando Trueba, Daniel Sánchez Arévalo, Juan Diego Botto, Antonio De la Torre y Secun de la Rosa son algunas de las caras conocidas que se han solidarizado con las causas de las protestas y se han acercado a saludar, fotografiarse con los participantes en las quejas e, incluso, recoger pegatinas que algunos han mostrado después en el photocall. Al tiempo, un gran número de policías y miembros de cuerpos de seguridad trabajaban para que no se produjese ningún incidente y nadie se acercase más de la cuenta a los engalanados protagonistas del evento.

Secun de la Rosa se fotografía con los participantes en las protestas

Secun de la Rosa se fotografía con los participantes en las protestas

Daniél Sánchez Arévalo se acerca a mostrar su apoyo a los manifestantes

Daniél Sánchez Arévalo se acerca a mostrar su apoyo a los manifestantes

El jardín de la alegría

Publicado: 2 de febrero de 2014 en Artículos literarios, Opinión
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Todo era verde y olía a humedad. Como cada día desde hace más de veinte años, allí estaba él, atravesando los inmensos senderos del jardín, armado con sus utensilios: una pala, un rastrillo, unos gruesos guantes… Trabajaba en el Botánico desde que era joven y no concebía su vida lejos de la quietud y la tranquilidad que le transmitían las plantas. Le gustaba respirar hondo e impregnarse de esa sensación de vida que le ofrecía todo cuanto le rodeaba. Se tomaba su trabajo muy en serio y le dedicaba muchas horas al día. Cuidaba con esmero y esfuerzo de cada ejemplar de vegetal que poblaba su particular paraíso.

Ese día debía sembrar, trasplantar y podar, y lo afrontaba todo con una gran sonrisa. Tomó las tijeras del bolsillo trasero de su mono y se dirigió hacia la rosaleda, la más grande y bonita de la ciudad. Y del país, se aventuraba a asegurar él. En la entrada del lugar había un gran rosal, precioso y atractivo en otro tiempo, pero venido a menos desde hace unos días, cuando había contraído una fatídica enfermedad. Mientras se disponía a recortar los tallos de todas las flores infectadas, le embargó una profunda sensación de tristeza. Sentía que con su cizalla estaba infundiendo un daño inevitable, pero terrible al mismo tiempo y funesto por necesidad.

Y es que, para él, sus plantas eran sus tesoros. Sabía quererlas mejor que lo que había logrado amar a cualquier persona. Las plantas nunca le dejarían solo, como habían hecho todos. Comparaba a esos inanimados vegetales con el género humano, y no se equivocaba del todo. Realmente, el mundo es como un gran jardín botánico, recoge diversas especies, a cada cual más peculiar y diferente de la anterior, pero que deben convivir unas con otras con la mayor armonía posible. También entre las personas hay especímenes bellos, coloridos, alegres y llamativos. Hay quien es generoso y ofrece frutos ricos a los demás, como lo hacen el manzano o el cerezo. Hay quien tiene mucha personalidad, como las violetas; quien está hecho para vivir en grupo, como las campanillas; y quien, aunque bellos, viven encerrados en sí mismos, al igual que los tulipanes. Hay personas indecisas como lo son las margaritas y hay quien se hace notar desde lejos como las mejores plantas aromáticas: la menta, la hierbabuena o la albahaca. Entre los humanos, como entre las plantas, hay de todo. Y esa diversidad es lo que hace hermosa a la especie. Hay gente triste, como los sauces. Hay quien hace daño, como las ortigas, y quien avisa de su maldad al igual que los cardos. Incluso hay gente que nada tiene que envidiar al “Amorphophallus perieri”, una planta de Madagascar que desprende un intenso olor a descomposición y carne podrida.

En este inmenso jardín de la alegría, eres tú quien elige qué ejemplar ser: ¿exótica palmera o planta carnívora?

Aquella mañana cuando entró, notó un olor raro y penetrante. Esa sensación áspera le embargó de nuevo. La casa estaba vacía y en silencio, y esa quietud le golpeó el pecho haciendo brotar de sus ojos un torrente de dolor. Monika, una ciudadana de Leszno, Polonia, acaba de sufrir un daño del que aún no es consciente del todo. La noche anterior, cuando subió al piso de arriba para leerle un cuento a su hija de 12 años, encontró el cuerpo de la pequeña sin vida. Al lado de ella, un trozo de papel escrito que no hacía más que ensombrecer aún más, si cabe, la situación trágica en la que Monika estaba inmersa. La nota había sido escrita por la niña y daba explicación al porqué de que yaciese muerta: se había suicidado. Echaba de menos a su padre, Arek, muerto en 2009 y había decidido ir a buscarle al cielo. Poco se habla en los medios de la causa biológica con la que Maria Kislo se quitó la vida porque, en realidad, ese aspecto es lo de menos. Lo que hace desgarradora a la historia es intentar comprender cómo algo así puede llegar a suceder.

Esta niña polaca no es más que el ejemplo, llevado al límite, del daño que la sociedad puede infligir, sin saberlo, sobre unas mentes y unas almas que aún se están formando y que absorben como esponjas todo lo que les llega, especialmente de los adultos, a quienes consideran su modelo a seguir. Existen unas construcciones sociales creadas para hacer comprender a los niños situaciones desagradables, utilizando la mentira y transformando la realidad por miedo a convertir dichas situaciones en traumáticas. En forma de cuentos, historias o explicaciones tomadas como correctas se les intentan ocultar sucesos que para quien en realidad son dolorosos es para los adultos. Se inventó el cielo por la incapacidad de explicar dónde iba un cuerpo después de morir y hacia esa mentira es a donde hemos arrojado a Maria entre todos. El “País de Nunca Jamás”, ese lugar al que viajan los bebés que se caen de los carritos, del que no se puede volver y en el que no se crece, es un lugar similar al que la niña ha ido en busca de su padre, es a donde los niños viajan con Peter Pan, que es la figura que se ha creado para disfrazar de verde a la muerte infantil.

Los tabúes sociales no siempre callan acerca de situaciones desagradables. También entre ellos hay temas que, como el sexo, no se tratan con naturalidad en un ambiente social entre adultos y, por ello, se les ocultan a los pequeños.

Con el suicidio de Maria llegó la hora de preguntarse si esa constricción autoimpuesta y que hemos hecho extensiva a los menores debe ser reformulada para que deje de hacer un daño que, aunque no demasiado obvio, es latente y constante en la sociedad.

José es un chico normal. Vive con su mujer y sus hijos en un chalet de dos plantas en Santomera, Murcia. El mismo chalet que hace años fue escenario de una macabra obra de teatro. Desgraciadamente, una obra que no acabó en aplausos, sino con la bofetada de una realidad que, una vez más, había superado a la ficción. José se despertó una mañana con el sobresalto de la muerte campando a sus anchas por la casa. Sus hermanos pequeños, de seis y cuatro años, yacían sin vida en la cama de matrimonio de sus padres. Un cargador de móvil había sido el arma utilizada para estrangularlos y Paquita González, su madre, la mano ejecutora.

Siempre que un crimen violento salta a las primeras planas, la opinión pública se agita, se revuelve, se interesa por el caso y se hace mil y una preguntas. Pero si la víctima es un menor, el dolor y la indignación no conocen límites. La crónica negra de nuestro país está salpicada de numerosos episodios en los que un niño es la víctima protagonista. Crímenes descabellados, irracionales, ilógicos. El sentimiento desgarrador que despiertan los delitos de este calibre hace que el interés sea creciente y que la información al respecto suene muy alta. Los asesinatos de Asunta, Ruth y José Bretón, Mª Luz Cortés… han sido muy mediatizados y analizados en profundidad por el mundo del periodismo. La gente quiere saber. La gente necesita conocer todos los detalles, canalizar su frustración en fuerza para intentar comprender qué motiva a una persona a arrebatarle la vida a un alma inocente que apenas ha comenzado a vivir.

Las causas son variables. Si bien es cierto que un gran número de asesinatos infantiles son cometidos por alguien de la familia o del círculo cercano al pequeño, las razones escapan al raciocinio de casi todos. Cuando un crimen violento ocurre, las autoridades encargadas se dedican rápidamente a encontrar un porqué, a descifrar el móvil que llevó al autor a perpetrarlo. Cuanto más lógica y coherente es esa razón, más condescendiente se tiende a ser con el criminal. Se le buscan excusas y se logra entender cómo fue capaz de realizarlo. Pero cuando la víctima es un ser sin perversión, sin maldad, una persona que aún no ha hecho ningún daño, estos pilares se tambalean. Y, es que, como ya se preguntó Ibáñez Serrador en su película de 1976, ¿quién puede matar a un niño?